En todo el mundo los centros de investigación de las más diversas disciplinas se han puesto a disposición de sus países para colaborar en el control de esta pandemia. Si no se toman las decisiones adecuadas, los países pueden avanzar hacia lo peor.
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Publicada el 15 de Abril de 2020
El avance de la pandemia provocada por el COVID-19 ha puesto a la ciencia en el centro de uno de los desafíos más importantes que ha tenido la humanidad en décadas. Más allá de las medidas que se implementan a diario para frenar la propagación del virus, la vacuna o el fármaco que nos permitan controlar la mayor emergencia sanitaria en cien años llegará como resultado de intensas investigaciones científicas. Grupos de científicos de todo el mundo trabajan sin descanso a diario para hallar la respuesta ante este virus surgido hace algunos meses en China.
En Chile, los científicos también han tenido un rol protagónico en esta emergencia sanitaria, ayudando a comprenderla desde las más diversas disciplinas, y poniendo su conocimiento al servicio de la emergencia. Un ejemplo ha sido el científico de nuestro centro, Tomás Pérez-Acle. Este biólogo computacional colabora actualmente con el Ministerio de Ciencia mediante modelos matemáticos diseñados para predecir escenarios y entregar información clave para la toma de decisiones en políticas públicas. Ha trabajado durante años diseñando modelos preventivos ante situaciones como la que estamos viviendo, entregando datos con un importante valor predictivo a los encargados de adoptar medidas que minimicen los daños de esta enfermedad.
Para que estos modelos puedan ser un aporte a la comprensión y el enfrentamiento de nuestro país a la evolución del contagio, es fundamental la veracidad de los datos y la colaboración entre instituciones. Y aunque en un comienzo el Ministerio de Salud decidió funcionar de forma autónoma y aislada, vemos con interés cómo las autoridades han abierto algunos espacios de colaboración, en especial con el nuevo Ministerio de Ciencias, entregando de esta manera información más detallada para el uso del mundo científico del país. Esto contribuye a poner el conocimiento de los investigadores –la gran mayoría de ellos formados con recursos públicos provenientes del bolsillo de todos los chilenos– al servicio de esta pandemia. Una crisis como ésta solo puede ser enfrentada a través de la convergencia de múltiples miradas y un trabajo colaborativo permitirá implementar políticas públicas de mayor efectividad, y es valorable este primer paso.
En todo el mundo los centros de investigación de las más diversas disciplinas se han puesto a disposición de sus países para colaborar en el control de esta pandemia. Si no se toman las decisiones adecuadas, los países pueden avanzar hacia lo peor: contagios descontrolados y un descalabro económico total. En este contexto, la ciencia puede entregar conocimientos comprobables a las autoridades, lo que permite diseñar mejores políticas públicas, que logren un mayor impacto en la población haciendo más eficiente los recursos que tenemos, siempre escasos. Esta situación crítica exige que nuestras autoridades actúen con determinación y sobre todo con transparencia. La propagación de este virus no los vuelve inmunes a que, cuando superemos esta situación, tengan que rendir cuentas.
No hay duda de que esta será una crisis de largo aliento. Pero si podemos poner hoy el conocimiento científico al servicio de una sociedad generando menos desconfianza, mayor transparencia y de manera más colaborativa que individual, estaremos contribuyendo a tener mejores perspectivas de acotar significativamente el impacto de esta pandemia. Un discurso exitista y hermético no ayudará a eso, ya que la falsa idea de que “esto ya pasó” será nuestro principal enemigo.
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