El investigador y Premio Nacional de Ciencias Naturales calcula que ha formado alrededor de 50 científicos durante su carrera. La mayoría de ellos durante su doctorado. “Con un presupuesto de miseria” dice que es difícil que Chile obtenga alguna vez un Premio Nobel en esta área. Mientras tanto, sigue en su tarea de formar en “libertad”.
Publicado en La Tercera el 23 de agosto de 2021
Reconoce que desde siempre le gustó mucho leer. Su primer acercamiento a la ciencia fue a través del libro de aventuras Cazadores de Microbios del escritor Paul De Kruif. Durante la enseñanza media, en el Liceo José Victorino Lastarria, tenía buenas notas e incluso a veces obtenía mejores calificaciones en Historia y Geografía que en Química. También le gustaba la poesía y el teatro.
Con todas esas inquietudes, Ramón Latorre de la Cruz, premio Nacional de Ciencias Naturales (2002), ingresó a estudiar Bioquímica en lo que entonces era la Escuela de Química y Farmacia de la Universidad de Chile. Pero no fue hasta tercer o cuarto año de la carrera que realmente sintió vocación por la ciencia y todo gracias a la que él confiesa fue “su mentora”.
“Yo creo que aquí hay una cosa fundamental, que lo que te cambia la vida es algún maestro o maestra importante y eso es fundamental para todos los científicos. Hay algunos que tienen una vocación desde que nacen y en el caso mío, yo estaba muy confundido. Yo sabía que había toda una belleza en la ciencia, belleza equiparable a la que puede haber en un cuadro o una pintura. Para mí, no hay diferencias, la cultura y la creación es una sola y se fue armando en mi cabeza y por eso yo creo que era tan desordenado”, recuerda el investigador del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso (Cinv), uno de sus fundadores y ex director.
-¿Qué ocurre finalmente que se decide por las ciencias?
Yo quería hacer algo para ayudar a las personas. Quería la ciencia aplicada. Me iba a ir a trabajar con el doctor Fernando Monckeberg, en desnutrición. Entonces me encuentro con la profesora Mitzy Canessa, ella fue mi primera maestra y mentora. Ella me dice que si quiero hacer ciencia aplicada primero debo aprender cómo funcionan las cosas en biología y que después de eso, puedo hacer lo que quiera. Como decía Pasteur: “No hay ciencia aplicada sino aplicaciones de la ciencia”.
“La primera vez que me invitó a su casa a una reunión, todos los invitados hablaban de música, de poesía, eso fue para mí la atracción fatal y me fui a hacer la tesis con ella. Yo creo que un poco antes de eso, comienza la transformación. En Bioquímica cuando uno llegaba a cuarto año, te encontrabas con científicos que estaban trabajando en la frontera del conocimiento, muy buenos profesores y entonces uno se empezaba a dar cuenta que hacer teatro y hacer ciencia, en cuanto a creatividad, no era tan distinto”, continúa.
Cuando terminó su licenciatura, comenzó su doctorado en Ciencias, en la misma universidad. Junto a su esposa, la también doctora Cecilia Hidalgo (Premio Nacional de Ciencias Naturales, 2006) fueron los primeros alumnos en doctorarse. Posteriormente, Latorre recibió una beca de postdoctorado del National Institute of Health de EE.UU. donde trabajó para el laboratorio de biofísica de esta institución hasta 1972, cuando volvió a Chile como profesor asistente en la Facultad de Ciencias. Pero en 1973, regresa al país del norte y se convierte en investigador de la Universidad de Duke y más tarde, en la Universidad de Chicago. En 1977, se va a la Universidad de Harvard, como profesor asistente.
Conocimiento libertario: Montemar
Junto a su mentora, Mitzy Canessa, Latorre también reconoce Mario Luxoro como “jefe de tribu” y también uno de los pilares en su formación científica. Luxoro, Premio Nacional de Ciencias Naturales (2000) fue uno de los impulsores de la creación de la Facultad de Ciencias de la U. Chile y del Laboratorio de Fisiología Celular de Montemar, donde trabajaron Latorre, Hidalgo y Francisco Bezanilla, biofísico y miembro de la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias de Estados Unidos.
“Mario Luxoro es fundamental en haber creado el laboratorio de Montemar, donde se crea la escuela de biofísica. Tuvimos mucha suerte. Allí, los maestros nos dejaron libres. No había lugar a paternalismo, si alguno estaba equivocado se podía decir y aclarar la situación. Entonces nos decían: ´Aquí están los equipos. Estas son las preguntas. Usted haga su tesis´. Te dejaban totalmente libre. Ellos eran como los apagadores de incendio, cuando uno se quedaba pegado daban alguna pista de cómo solucionar los problemas”, recuerda hoy Latorre.
También reconoce que tuvieron suerte al trabajar con la jibia chilena, el gran calamar que les permitió estudiar neuronas y axones gigantes y hacer que Montemar se convirtiera en un centro de investigación internacional. “No existía ningún lugar en el mundo donde hubiera posibilidad de estudiar una neurona de este tamaño, entonces en nuestro laboratorio no solo estaban los maestros como Luxoro o Mitzy Canessa, también venían los mejores electrofisiólogos de ese momento en el mundo. Era un laboratorio que combinaba inteligencia y sensibilidad con la capacidad de dejar al mundo libre de crear”.
-¿Cree usted que hoy quienes se están formando como científicos, tienen esta misma libertad que tuvo usted?
Yo sigo creyendo que el mentor tiene que ser un apagador de incendios, el problema es que la carrera se ha vuelto muy competitiva, muy difícil y algunos profesores están más encima de sus estudiantes. Pero estoy convencido que la única buena ciencia es aquella en la que el mentor guía, pero no resuelve los problemas del estudiante, a no ser que el estudiante se quede en un callejón sin salida. Para mí la libertad del estudiante es fundamental. También hay que considerar que ahora se pide hacer las cosas más rápido, están las becas que te dicen que en cuatro años (Conicyt) debes terminar y no puedes demorarte más en tu doctorado. Es bueno que se reciban rápido, pero hay problemas que se demoran un poco más por varias razones.
-¿Qué diferencias ve entre la formación que recibió usted, la que se hacía hace 25 años y la que están recibiendo los científicos ahora?
La verdad es que la ciencia en Chile ha evolucionado muchísimo. Nosotros, con Cecilia Hidalgo, Francisco Bezanilla, fuimos los primeros doctores. Salimos en 1969, entonces la ciencia profesional comenzó hace muy poco en Chile, hace 50 años. Es una ciencia muy nueva, pero ha cambiado muy rápido, se ha profesionalizado muy rápido. Hoy día los estudiantes tienen mucho más acceso a revistas, a equipos. De alguna manera también, el desarrollo democratizó a las ciencias, en varias formas: primero porque el acceso ahora a las revistas es prácticamente ilimitado, con un computador te puedes meter a cualquier revista si sabes hacerlo, cosa que no teníamos nosotros, teníamos que pedirles a nuestros amigos en el extranjero esa materia. Hoy pueden comprar equipos, encargarlos, nosotros lo teníamos que construir, pero eso nos hacía competir de igual a igual con nuestros pares del extranjero, porque nos permitía crear nuevos equipos porque entendíamos cómo funcionaba. Yo creo que esto último se ha perdido un poco.
– Eso los obligaba también a trabajar con otros científicos que no eran de su área, pero necesitaban su contacto en esta construcción
Así es. Había mucha colaboración con físicos, químicos, matemáticos. Ahora también se está estableciendo obligación la colaboración y la interdisciplinariedad a través de los Institutos Milenio. Esto es una cosa fundamental en ciencias, porque las necesitas para realmente construir una historia que sea competitiva y que termine en una buena revista. Tienes que atacar el problema desde muchos puntos de vista, con electrofisiología, imágenes, fluorescencia, biología molecular, muchas áreas de la ciencia para crear un artículo bueno que pueda entrar en una revista competitiva.
Lo que falta probablemente es un poco de artesanía. A nosotros nos hizo extremadamente independientes, teníamos que construirnos todos los equipos. Cuando salimos a nuestros postdoctorados, teníamos un bagaje de independencia que prácticamente no tenía casi ningún estudiante norteamericano, esa era una ventaja enorme. Algo de eso veo ahora en mis estudiantes. Los míos tienen que entender todos los equipos que están ocupando, hay equipos más complicados que otros, pero el estudiante debe entender.
-¿Es quizás muy rápido el modo en que los jóvenes de pregrado se están convirtiendo en científicos, con doctorados y postdoctorados?
Yo creo que esta carrera es estándar. Tú haces tu postdoctorado en el tiempo que sea necesario, y fundamentalmente, lo ideal es que te salgas del ambiente en que estuviste y hagas un post doctorado en un ambiente diferente y que ojalá sea en el extranjero porque ese roce internacional es lo que hace que la ciencia sea universal
Es necesario que nuestros estudiantes tengan constantemente este roce con científicos de afuera, porque el qué hacer, las presiones son diferentes en distintas partes. Creo que uno se profesionaliza y llega a entender cómo funciona la ciencia con ese roce internacional. La ciencia está avanzando muy rápido, sin estar en contacto con lo que está pasando afuera, te puedes quedar muy rápido atrás.