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Conexiones humanas que enriquecen el ecosistema científico

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En el mundo, la investigación y la tecnología caminan juntas para desarrollar nuevas vacunas, mejorar el transporte, hacer más eficientes las operaciones o generar impacto en cualquier área en beneficio de todos. Los científicos chilenos también hacen lo suyo.

Publicado en La Segunda el 31 de marzo de 2020.
Por Fabiola Romo P.

Para la ciencia, un pequeño hallazgo puede significar un gran salto en determinada área de estudio o generar un impacto enorme en toda la sociedad. Según el Dr. Ramón Latorre, Premio Nacional de Ciencias (2002) y director del Instituto Milenio Centro Interdisciplinario de Neurociencia, la calidad de la ciencia hecha en Chile no solo se mide por el impacto de las investigaciones, sino también por la exposición que están teniendo nuestros científicos en el extranjero.

“Es fundamentalmente la calidad de la ciencia que se está produciendo, lo que ha repercutido en que sea reconocida, en prácticamente todo el planeta, como una buena ciencia”, señala.

En este aspecto, el Dr. Claudio Hetz, director del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI), destaca que en muchas disciplinas, entre ellas, la astronomía, las ciencias biomédicas y la oceanografía, se hacen investigaciones a la par con muchos centros en el mundo.

“Ya somos parte de equipos multidisciplinarios internacionales, entonces Chile —a través de especialistas de diferentes áreas— está contribuyendo al conocimiento de punta a nivel global”, afirma.

Aunque la comunidad científica local es pequeña y la inversión no es la que quisieran los investigadores, ya hay grupos de investigación publicando en las revistas más prestigiosas del mundo, gracias a sus aportes significativos y concretos.

Imagen: La Segunda

En este ámbito, el Dr. Juan Larraín, investigador del Centro de Envejecimiento y Regeneración (CARE Chile), valora el gran número de científicos chilenos invitado a presentar sus estudios y análisis en exposiciones internacionales.

“Los investigadores jóvenes de nuestro país, básicamente los estudiantes de pregrado, encuentran un lugar en las principales casas de estudio extranjeras para continuar su carrera científica”, explica.

Pocos, pero buenos

Si bien los científicos chilenos son pocos, su trabajo en investigación es bueno, lo que ha quedado demostrado en las métricas de la OCDE, según Claudio Hetz.

“Pese a ser una comunidad pequeña y con bajos recursos, el impacto promedio que genera la ciencia chilena es reconocido internacionalmente. Hay países que nos superan, pero con cuatro o cinco veces mayor cantidad de inversión”, aclara.

En este sentido, si bien no podemos compararnos con Estados Unidos, Alemania o Italia, Ramón Latorre cree que la ciencia hecha en Chile se distingue en Latinoamérica.

“Necesitamos contar con un financiamiento adecuado para la ciencia. Creo que deberíamos financiar la mejor ciencia posible, aquella de máximo interés para el país, sin olvidar proteger la ciencia de excelencia independientemente del campo en que se realice”, apunta.

El conocimiento en ciencia básica —y a un nivel más aplicado— se debe discutir en una instancia global, especialmente, para mantener la comunicación entre todos los grupos de investigación.

Así lo cree la presidenta de la Academia Chilena de Ciencias, Cecilia Hidalgo. “Los papers que está generando la comunidad científica chilena tienen un alto nivel de reconocimiento, situación que se puede comprobar al revisar el importante porcentaje de citas por parte de académicos extranjeros”, añade.

No cabe duda de que Chile genera conocimiento en disciplinas tan diversas como astronomía, neurociencia, biología celular o ciencias de la Tierra, en las cuales la materia prima, el talento científico, está. Pero la Dra. Hidalgo concuerda con sus colegas: “En Chile podríamos hacer mucho más en materia de ciencia, siempre y cuando existiera un financiamiento adecuado”.

Adiós a los feudos

¿Son los científicos chilenos un grupo de élite? Quizá en otros tiempos lo fueron, pero las nuevas generaciones están cambiando muchas cosas. “Hace 20 años, en Chile, tú entrabas a un laboratorio y era como ingresar a un minifeudo, en el cual debías pasar por muchas puertas con llave”, recuerda Claudio Hetz. Hoy, todo apunta a la apertura y la colaboración.

Tanto en el BNI como en otros institutos milenio participan científicos jóvenes que llegan a desarrollar proyectos utilizando infraestructura y recursos comunes. Además, en la mayoría de los centros de excelencia chilenos se asignan fondos para fomentar la colaboración entre grupos.

“Podemos afirmar que parte del éxito que ha tenido BNI en posicionar la biomedicina chilena en el mundo ha sido a través de la ciencia colaborativa”, afirma Hetz.

Y es que es imposible ser un experto en todas las áreas, sobre todo cuando la investigación de punta es, necesariamente, multidisciplinaria.

“BNI cuenta con redes muy potentes en varias universidades, pero lo importante es que también —cada vez que surgen preguntas nuevas en investigación vanguardista— simplemente lo que hacemos es tratar de encontrar al mejor investigador en el mundo para que nos ayude”, señala el científico.

Por eso, los investigadores con más experiencia invitan a los estudiantes a “tomarle el peso a lo que hacen”, al trabajar respondiendo preguntas importantes para la ciencia.

Imagen: La Segunda

“Hay que estar dispuesto a confiar en el otro y a compartir, porque los logros ya no son individuales, ya no es un científico el que destaca por su investigación, sino que son los equipos de trabajo, los cuales son multi institucionales y multipaíses”, dice el director del BNI.

¿Cómo se crea el conocimiento?

Junto con conectar a los laboratorios, para fomentar las relaciones humanas interdisciplinas, los hombres y mujeres que lideran la investigación de frontera abren espacios de encuentro para que —a través de un interés genuino por el conocimiento— distintos grupos puedan pensar en preguntas de manera conjunta.

“Ser científico es un trabajo muy adverso, en el cual, en general, debemos enfrentar muchos tropiezos: a veces los proyectos o las ideas no tienen los resultados esperados o concretos, por eso es muy importante fomentar una cultura que potencie la creatividad, la conversación y la amistad. En nuestro caso, la mayoría de los estudios que hemos publicado han funcionado gracias a las intenciones y ganas de hacer cosas juntos”, explica Claudio Hetz, convencido de que la pasión por la ciencia va más allá de publicar un paper o aumentar los indicadores.

En este contexto, Pedro Maldonado, investigador del BNI, hace hincapié en que la ciencia es una actividad en la que no es posible predecir dónde ocurren los mayores impactos y, por lo tanto, se deben perseguir muchas preguntas científicas al mismo tiempo, con la esperanza de que alguna de ellas cambie de manera dramática nuestra vida. “Hay que apostar a la cantidad, a una cierta masa”, dice.

Por ello, insiste en la necesidad de que haya más científicos en Chile. Pero, además, luego de producido el conocimiento, el curso de acción debe, primero, unir la ciencia básica con la ciencia innovadora; y, luego, la empresa.

“Esta cadena es algo en que también estamos bastante débiles y es necesario fomentarla de manera importante en el futuro”, acota.

Astronomía y ciencia de datos

El Data Observatory (DO) es una de las iniciativas más representativas de colaboración en Chile. En ella confluyen el Estado, la Academia y la Industria para generar un repositorio nacional de datos complejos recogidos por diversas ciencias y sectores productivos, puestos al servicio de la comunidad para la investigación y el análisis. El proyecto liderado por los ministerios de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación; y de Economía, Fomento y Turismo, este año amplió la convocatoria a nuevos socios que puedan aportar bases de datos, infraestructura, tecnología, capital humano experto y/o inversión.

En su primera etapa, el DO ya ha arrojado resultados preliminares en diferentes proyectos asociados a la astronomía. Destaca el proyecto semilla, denominado Centro Virtual de ALMA Chileno que busca apoyar el desarrollo de la comunidad astronómica chilena, con foco en radioastronomía, con herramientas ad hoc y en la nube, que, posteriormente, podrán usarse en otras aplicaciones para aportar al desarrollo de Chile.

Lee la Publicación original de La Segunda

 

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