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Neurocientíficos descubren el misterio de la experiencia paranormal

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A través de registros de la actividad cerebral, Olaf Blanke, junto a un equipo de investigadores de Suiza, Japón e Israel, determinó que las presencias fantasmagóricas son una ilusión de la percepción del propio cuerpo, con características muy bien definidas en las que se produce una pérdida sensorial (de los sentidos) y motora (del control del movimiento) originada en tres regiones específicas del cerebro: la corteza temporoparietal, la corteza insular y especialmente la corteza frontoparietal.

Publicado en El Mostrador el 23 agosto de 2016
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En una habitación, mientras escribes frente a tu computador, tienes la sensación de que una mano se apoya suavemente sobre tu hombro, te sobrecoge, no quieres moverte y sientes miedo, pues sabes que estás solo… este breve relato parece extraído de una película o novela de suspenso, pero, en realidad, se trata de una situación que seguro has vivido más de alguna vez en la vida y se da en todo tipo de personas.

En todas las culturas a lo largo de toda la historia se han reportado relatos similares. La interpretación instintiva e inmediata de este tipo de sentir, es pensar en una presencia real pero intangible, paranormal.

La percepción de una presencia cercana es algo que se produce con mucha frecuencia en personas con alguna condición neuropsiquiátrica, entre las cuales se pueden incluir: esquizofrenia, epilepsia, accidentes vasculares, entre otras condiciones, en las cuales se encuentran bien caracterizadas las lesiones de las regiones cerebrales y el tipo de fenómeno o percepción asociado a esas lesiones. No obstante, es tan común la ocurrencia de estos fenómenos en personas sanas, que incluso las personas que no creen en fenómenos sobrenaturales pueden sobrecogerse y sentir temor frente a este tipo de situaciones.

¿Por qué personas sanas pueden vivenciar este fenómeno de sentir que no están solos cuando en efecto lo están?

Esa es una pregunta que se hizo Olaf Blanke junto a un equipo de investigadores de Suiza, Japón e Israel, quienes publicaron en noviembre de 2014 los resultados de su investigación en la revista Current Biology, en la que abordaron el tema de las “apariciones” o “presencias” basándose en estudios previos de pacientes con lesiones cerebrales y condiciones clínicas en las que se reporta este tipo de percepciones en las personas afectadas, pero también estudios en los que se describen los mecanismos de la percepción propioceptiva (la percepción de posición y equilibrio de nuestro cuerpo) y varios relatos de personas saludables, así como de diversos aventureros que bajo circunstancias extremas han sentido ser acompañados por “presencias”.

Náufragos atacados por tiburones, pilotos de guerra cuyos aviones fueron derribados, exploradores perdidos en la Antártica, alpinistas ascendiendo el Everest, prisioneros en campos de concentración, entre otros, describen la sensación de que una o más presencias invisibles los protegían o amenazaban, donde la condición común entre ellos es la de vivir situaciones que los llevan al extremo, ya sea por el frío, el hambre, la hipoxia (falta de oxígeno) o el estrés que provoca ver la vida amenazada.

¿En qué consiste su investigación? Primero realizaron un análisis de 12 pacientes neurológicos que presentan “sensación de una presencia” o simplemente “FoP” (Feeling of a Presence), comparándolos con 12 pacientes con condiciones médicas similares, pero que no presentaban FoP. A todos se les realizó un examen neurológico y neuropsicológico completo que incluyó lenguaje oral y escrito, gnosis visual (capacidad de reconocer visualmente diversos objetos y asignarles significado), funciones espaciales, ejecutivas y memoria. Una vez seleccionados los sujetos que no presentaron problemas en estas pruebas, se llevaron a cabo cuatro estudios.

El primer estudio consistió en efectuar registros de la actividad cerebral (electroencefalogramas, resonancia magnética, tomografía de emisión de positrones, tomografía computarizada de emisión de fotón único) y estimulación eléctrica de la corteza, con el fin de determinar claramente las áreas del cerebro que se ven afectadas en estas condiciones, pudiendo identificar con precisión, gracias a estas técnicas, la posición y tamaño de las estructuras lesionadas.

A partir de estos análisis, el equipo determinó que las FoPs son una ilusión de la percepción del propio cuerpo, con características muy bien definidas en las que se produce una pérdida sensorial (de los sentidos) y motora (del control del movimiento) originada en tres regiones específicas del cerebro: la corteza temporoparietal, la corteza insular y especialmente la corteza frontoparietal.

Paralelamente a lo anterior, a los participantes se les realizó un test para evaluar la sintomatología asociada a la sensación de presencia que habitualmente vivenciaban, describiendo la ubicación, carácter, color, identidad, género, edad, manifestaciones sensoriales, posición y postura del “ente” que los “acompañaba”.

Los otros 3 estudios, se llevaron a cabo utilizando un robot. Si, leyó bien, ¡un robot!

Con el fin de reproducir la FoP en personas que no la presentan de manera crónica, el equipo de investigadores diseñó y construyó un robot, pero no uno de aspecto humanoide, más bien es un instrumento que, al verlo, nos recuerda una herramienta de la consulta de un dentista o del taller de un tatuador. Este robot consta de dos subunidades, el robot maestro y el robot esclavo, llamadas así por el rol que desempeña una respecto a la otra. Hasta aquí es fácil intuir que el robot esclavo está a las órdenes del robot maestro, pero ¿qué tiene que ver todo esto con la FoP? Que el objetivo de este aparato es generar un conflicto sensorial y motor que permita reproducir la sensación de una presencia, pero esta vez en personas sanas.

El número de participantes en los siguientes estudios con el robot fue de 50, separados en tres grupos para diferentes pruebas. Todos los seleccionados eran diestros, con visión normal o corregida y ninguno de ellos presentaba condiciones neurológicas o psiquiátricas.

En términos generales, los participantes de los tres estudios en los que se usó el robot, debían estar de pie y con los ojos cubiertos frente al robot maestro, debían mover con la punta del dedo una pieza en el robot. El robot esclavo se encontraba ubicado detrás de la persona y replicaba los movimientos del robot maestro, permitiendo generar estímulos táctiles en la espalda de la persona, en diferentes posiciones dependiendo del movimiento realizado por el sujeto.

Cuando esta estimulación táctil se produce de manera sincronizada entre los robots, es decir, con un desfase máximo de un milisegundo (una milésima parte de 1 segundo), la persona siente la ilusión de que se está tocando su propia espalda con su propia punta del dedo. Los resultados más interesantes surgen cuando la estimulación se hace de forma asincrónica, es decir, en los experimentos en los que se agregó un desfase temporal de medio segundo entre el movimiento del robot maestro y el robot esclavo, lo que llevó a los participantes a experimentar la sensación de que eran desplazados de su posición y de que eran tocados en la espalda por otro individuo o presencia, a pesar de que ellos eran los que activaban el robot maestro.

Estos datos confirman y aplican los resultados obtenidos en el estudio de las lesiones cerebrales, demostrando que la generación de conflictos sensorimotores, usando estimulaciones físicas de una manera bien controlada, son suficientes para generar FoPs. Una explicación sencilla de este fenómeno sería que nuestro cerebro predice constantemente las consecuencias sensoriales de nuestras actividades motoras, así, al coincidir el movimiento del robot maestro con la sensación de ser tocado en la espalda (en el experimento sincronizado), se genera la ilusión de tocarse la propia espalda, pero al generar un desfase espaciotemporal (el experimento asincrónico) entre la acción llevada a cabo y el efecto esperado, nuestro cerebro resuelve el conflicto temporal generando la ilusión de que es “otro” el responsable de esta percepción, acompañado con un aumento de la sensación de que hay una presencia cercana.

Estos resultados no solo explican un fenómeno en apariencia paranormal, que se da en forma transversal en las culturas y eras humanas, sino que ayudan a entender algunos de los síntomas de enfermedades como la esquizofrenia, por ejemplo, el escuchar voces o sonidos que en realidad podrían ser generados por el mismo paciente, pero que, por un problema en la integración sensorial y motora en la red neural de la corteza frontoparietal, generan la ilusión de entes externos que los afligen.

Artículo original y datos suplementarios: http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0960982214012123

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