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El largo camino de los científicos chilenos para publicar en el extranjero

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Por Camila Figueroa, LUN

Artículos publicados en las revistas mejor rankeadas obtienen muchas citas en otras de menor ascendencia 

Premios Nacionales e investigadores que han firmado en prestigiosas publicaciones como Science, Nature y Cell describen lo difícil que es que los tomen en cuenta.

Publicar una investigación en una revista científica es lo más parecido que hay a una epopeya. Los investigadores deben enviar sus trabajos, los que deben pasar una serie de revisiones hasta que finalmente los aceptan o rechazan.

Y no es llegar y publicar en cualquier revista, asegura Nibaldo Inestrosa, Premio Nacional de Ciencias Naturales y director del Centro de Envejecimiento y Regeneración de la Universidad Católica (CARE-UC): “Publicar en revistas como Nature, Science, Cell o Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS) es difícil porque hay que tener una red de contactos en el extranjero. Son las revistas más prestigiosas porque tienen un índice de impacto alto, es decir, sus publicaciones son citadas muchas veces en otras revistas”.

¿Qué es el índice de impacto? El doctor en Ciencias Ramón Latorre, que al igual que Inestrosa es Premio Nacional de Ciencias Naturales, explica que tal concepto equivale a la cantidad de veces en que los artículos de una determinada revista son citados en un periodo de dos años. Para calcularlo se toman las citas recibidas y se dividen por el total de artículos publicados.

Nature, la mejor rankeada, tiene un factor de impacto de 40,137 y es seguida de Science, que obtiene 33,61. “El 90% de las revistas tienen un impacto bajo cinco y solo el 2% tiene un impacto sobre 10”, aclara Latorre, quien fue editor de PNAS desde el año 2002 hasta hace un par de meses.

Según explica, para que se acepte una investigación, ésta primero tiene que pasar por el celoso filtro del editor. “Es conveniente rechazar el 70% de los artículos que llegan. Si el editor considera que es un trabajo novedoso se lo pasa a los revisores especializados de cada área. Después ellos lo leen y se lo devuelven a los autores para que precisen ciertos puntos y finalmente después deciden si aceptan o rechazan publicar el tema”.

Valentino González, astrónomo y académico del Departamento de Astronomía de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, quien ha publicado en Nature, Astrophysical Journal, y otras, cuenta que “casi nunca un artículo es aprobado a la primera. Y en mi caso no me han hecho más de tres revisiones”.

María Cecilia Hidalgo, la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Ciencias Naturales el año 2006, aún recuerda cuando siendo una veinteañera logró publicar por primera y única vez en Nature junto a su compañero de doctorado Ramón Latorre, en 1969. Otras investigaciones, en cambio, sufrieron del rigor editorial. “Tengo un trabajo que costó cinco años publicarlo. Lo rechazaron en seis revistas e incluso recibí comentarios insultantes. Un revisor me dijo: si esto que dicen es cierto, es muy importante. Como que casi estuviéramos inventando. Finalmente lo aceptó Plos One (otra publicación)”, lamenta la vicepresidenta de la Academia Chilena de Ciencias.

Claudio Hetz, director del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI), quien ha centrado su investigación en el Parkinson, advierte que “es mucho más difícil publicar en Nature o Science porque tratan temas de ciencia en general, entonces tienen muy poco espacio para cada área específica. Para publicar en ambas tienes que tener una idea muy novedosa y eso implica años de trabajo. Sin recursos no hay trabajo”. Él, por cierto, ha publicado sus trabajos en ambas revistas.

Alexis Kalergis, creador de una vacuna contra el virus sincicial que actualmente se está probando en humanos, apunta a que los “los fondos de investigación que nos entregan los recursos consideran el nivel de las publicaciones como un factor curricular importante a evaluar. Ese nivel se mide por el índice de impacto de las revistas en que has publicado y por la calidad de la investigación”, afirma el director del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia y académico de la PUC, quien también ha firmado artículos en la revista especializada en inmunología de Nature y en PNAS, entre otras.

El doctor en Ciencias Biomédicas Rómulo Fuentes, fue destacado en la tapa de de Science el 2009 tras descubrir que la estimulación medular servía para tratar el Parkinson. Según él, para “que te publiquen o no un artículo influye el haber estado en el extranjero en contacto con universidades de afuera. Hay un sesgo importante hacia las universidades estadounidenses y europeas. En ese sentido, los latinoamericanos que publicamos desde Chile estamos sometidos a una cierta desconfianza por parte de los editores”. ¿Le sirvió eso a él? Claro, su artículo lo confeccionó mientras estudiaba en la Universidad de Duke, en EE.UU.

Manuel Suárez, en tanto, logró una portada en Nature casi por casualidad. Fue el año 2004, cuenta, y su hijo que tenía siete años en ese entonces, descubrió el fósil del dinosaurio Chilesaurus diegosuarezi mientras jugaba con rocas. Por cierto, el dinosaurio fue bautizado así en honor al pequeño. “Estuvimos estudiando el fósil desde su hallazgo hasta que finalmente publicamos en 2015. Las publicaciones valiosas tardan tiempo en estar listas, pero tampoco hay que demorarse mucho porque después llega alguien y lo publica antes que uno”, dice el director Geología de la Universidad Andrés Bello.

Lee el artículo original en LUN

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