Las abejas no pueden detectar su alimento contaminado con neonicotinoides y prefieren consumir el néctar que contiene estos pesticidas, siendo esto un peligro considerable para el futuro de estos insectos, ya que las concentraciones, que son subletales para nosotros, alteran el comportamiento de las abejas y reducen la supervivencia de sus colonias.
Publicado en El Mostrador el 18 agosto de 2016
Escrito por Luis Manríquez
Desde ya hace un tiempo hemos escuchado sobre el grave problema de la desaparición de las abejas, cuya importancia a nivel global es ser uno de los principales agentes polinizadores para la producción de alimentos, por lo cual nos afecta en forma directa a toda la población mundial.
Se estima que la desaparición de las abejas amenaza con el 70 % de cultivos para el consumo humano. Un gran número de investigaciones han intentado determinar las causas de este fenómeno con resultados muchas veces dispares o contradictorios.
¿Cuál es la razón de este fenómeno que tiene tan preocupados a científicos de todo el mundo?
Algunas respuestas apuntan a cambios medioambientales, la plantación de monocultivos modificados genéticamente, ataques de agentes patógenos como virus, bacterias u hongos, o quizás el uso de sustancias químicas para controlar plagas. Aunque parece haber tantas opiniones como expertos en el campo, es posible que todos tengan parte de razón.
Dos décadas atrás, la multinacional Bayer crea el primer neonicotinoide, un insecticida de última generación, el más usado a nivel mundial y toda una maravilla de la química moderna. Se trata de formulaciones químicas muy parecidas a la nicotina, que se aplican a un gran número de vegetales en la agricultura. Ataca a las mayores pestes que asolan los cultivos, como pulgones, mosca blanca, lepidópteros, coleópteros y otros insectos vectores de virus y bacterias de muchos cultivos. Todo esto llevó a convertirlos en la gran promesa para la agricultura en las últimas décadas.
El modo de acción es actuar directamente en el sistema nervioso central. En el caso de insectos causan parálisis, lo que en pocas horas los llevan a la muerte. Sin embargo, el uso de ciertos químicos de la familia de neonicotinoides está siendo restringido en varios países por estudios recientes que vinculan los efectos de estos pesticidas con la disminución de los agentes polinizadores, en especial de las abejas.
Un reciente estudio publicado en la Revista Nature, ha encontrado nuevas pruebas que ayudarán a entender la conflictiva relación entre estos pesticidas y las abejas.
La profesora Geraldine Wright, investigadora principal del estudio, desarrolló en el Instituto de Neurociencias de la Universidad de Newcastle una serie de experimentos con abejorros y abejas melíferas que desmontan algunas de las virtudes de los neonicotinoides.
Se colocaron en cajas, por 24 horas, abejas (Apis mellifera) y abejorros (Bombus terrestris), a los cuales por medio de tres tubos se les suministraba diferentes soluciones. El primer tubo llevaba una solución a base de agua, el segundo una solución de sacarosa, imitando al néctar, y el tercero diferentes concentraciones de neonicotinoides junto a sacarosa, en rangos cercanos a las concentraciones reales halladas en néctar y polen. Los neonicotinoides que fueron administrados fueron tres de los más utilizados en la agricultura: imidacloprid (IMD), thiametoxam (TMX) y clotianidina (CLO).
Según estudios previos que indican que estos insectos evitan el néctar y polen de plantas tratadas con estos pesticidas, se esperaba que estos polinizadores no consumieran del tubo que tenía neonicotinoides. Sin embargo, el resultado fue sorprendente: no solo no fueron capaces de distinguirlos, sino que muestran una preferencia por los alimentos que contienen pesticidas, ya que consumieron precisamente del tubo con neonicotinoides, en especial con IMD y TMX.
Esto pone a las abejas en un riesgo evidente por envenenamiento cuando toman néctar contaminado con estos pesticidas. Más sorprendente aún fue comprobar que, comparados con los de las cajas de control (que solo tenían agua o azúcares), los insectos con pesticida a su alcance tendían a comer mucho menos, como si les saciara más el pesticida.
Los neonicotinoides actúan sobre mecanismos en el cerebro de las abejas, similares a los afectados por la nicotina en el cerebro humano, señalan desde la Universidad. El hecho de que además los prefieran podría sugerir que, como la nicotina, los neonicotinoides pueden actuar como una droga, haciendo que los alimentos que contienen estas sustancias sean más gratificantes. “Si las abejas prefieren recoger néctar que contienen neonicotinoides, podría tener un impacto devastador sobre todas las colonias y poblaciones de abejas”.
Otra de las investigadoras del estudio, Jane Stout, profesora de Botánica en la Facultad de Ciencias naturales en el Trinity College de Dublín, ha comentado: “Nuestros resultados implican que incluso si se proporciona a las abejas fuentes de alimento alternativo en zonas agrícolas donde se utilizan pesticidas neonicotinoides, las abejas pueden preferir alimentarse de los cultivos contaminados con estos pesticidas; puesto que los neonicotinoides también pueden llegar a las plantas silvestres adyacentes a los cultivos, su presencia en la dieta de las abejas podría ser mucho mayor de la que se pensaba anteriormente”. “Nuestros datos sugieren que la comida con neonicotinoides es más gratificante para las abejas. Tiene el potencial de ser adictivo, pero no lo hemos estudiado formalmente todavía”, aclara Wright.
La comparación con el efecto de la nicotina del tabaco en humanos es inevitable.
En una segunda fase, los investigadores se centraron en la química de este fenómeno. Querían saber si las soluciones con pesticida podían ser detectados por las abejas o los abejorros. Estos insectos con probóscide (órgano prolongado en forma de trompa) detectan nutrientes gracias a unas neuronas gustativas presentes en él. Este órgano es extensible y retráctil, lo que permite llegar a succionar el néctar desde lo más profundo de las flores. Si las abejas tienen mecanismos en esta pieza bucal para detectar los neonicotinoides, los receptores deberían responder a estas sustancias de la misma forma en que responden a otras sustancias tóxicas.
Para comprobar esto, se registró la actividad de las neuronas gustativas mediante un electrodo en la probóscide de abejorros y abejas. La presencia de IMD, TMX o CLO en agua no provocó actividad en las neuronas de la probóscide en abejorros o las abejas, mientras que la estimulación con tartrato ácido de nicotina (NHT), KCl y sacarosa sí lo hizo. Se comprobó que, en presencia de pesticidas, la probóscide no se retraía.
Para probar si los neonicotinoides son detectados por las neuronas sensitivas, se aplicó una solución de sacarosa mezclada con IMD, TMX y CLO en una serie de concentraciones. Ninguna de estas alteró la actividad de las neuronas gustativas en los abejorros o las abejas. Por lo tanto, los datos de comportamiento y registros electrofisiológicos de las neuronas gustativas en piezas bucales, llevan a la conclusión de que los abejorros y las abejas no pueden degustar neonicotinoides en el néctar y no son repelidos por ellos.
Si bien ya muchas naciones han sacado del mercado a estos agentes contaminantes, cabe preguntarnos cuál es la realidad en nuestro país. ¿Estos productos son utilizados en nuestros cultivos? Quizás sea el tiempo de reflexionar y ver qué cambios debemos realizar, a fin de evitar la disminución del número de abejas, que tantos beneficios nos proporcionan como agentes polinizadores, sin mencionar los productos derivados como la miel, cera, polen y otros.