Con el fin de estudiar el aparente rol de los desórdenes en la flora intestinal en las afecciones del sistema nervioso, en diciembre de 2013, un grupo de científicos estadounidenses, liderados por el Dr. Sarkis Mazmanian, publicaron un artículo en la revista Cell que demuestra la relación entre la alteración en la flora intestinal y el autismo.
Publicado en El Mostrador el 14 julio de 2015
Escrito por Cristián Calfún
La visión más común de las bacterias es que son microorganismos causantes de infecciones y enfermedades, sin embargo ¿Sabía usted que en su sistema digestivo viven un gran número de bacterias que son necesarias para la vida humana? Así es, este conjunto de microorganismos es conocido como microbiota, flora intestinal, entre otros, quienes nos ayudan a digerir nuestros alimentos y además, producen ciertos compuestos que son necesarios para la vida y que nuestro organismo no es capaz de producir. Lo que ha resultado ser más interesante acerca de la flora intestinal es su aparente relación con enfermedades que corresponden a desórdenes en el desarrollo del sistema nervioso como el autismo.
Los pacientes que presentan autismo se caracterizan por tener comportamientos repetitivos, deficiencias en la comunicación y en la interacción social. Estudios recientes demuestran que estos pacientes ostentan un claro deterioro en su sistema gastrointestinal, presentando un aumento en la permeabilidad intestinal, inflamación del tracto digestivo e incluso alteraciones en la composición en la flora intestinal. Estos desórdenes del sistema digestivo también han sido observados en otras enfermedades que involucran al sistema nervioso como depresión severa, parálisis cerebral y síndrome de Rett, mostrando una participación de la flora intestinal en estas afecciones, lo cual ha despertado el interés científico en los últimos años.
Con el fin de estudiar el aparente rol de los desórdenes en la flora intestinal en las afecciones del sistema nervioso, en diciembre de 2013, un grupo de científicos estadounidenses, liderados por el Dr. Sarkis Mazmanian, publicaron un artículo en la revista Cell que demuestra la relación entre la alteración en la flora intestinal y el autismo. El equipo de investigadores demostró que ratones que presentan los mismos desórdenes de comportamiento que los pacientes de autismo, tienen un evidente deterioro de su sistema digestivo, con claros indicadores de inflamación y aumento de la permeabilidad de sus pared intestinal.
¿Cómo llegaron a estos resultados?
En primer lugar, los investigadores se propusieron analizar de qué manera estaba afectada la flora intestinal de estos ratones autistas, estudiando los diferentes tipos de bacterias que habitan en sus intestinos. De esta manera, lograron identificar una bacteria llamada Bacteroides fragilis (B. fragilis), la cual se encontraba en bajos niveles, en comparación con la flora intestinal de ratones sanos. A continuación, administraron B. fragilis a los ratones con comportamiento autista, por medio de la dieta, con lo que lograron restaurar la integridad de sus sistemas digestivos.
Lo que fue realmente interesante, es que al estudiar el comportamiento de los ratones autistas alimentados con la bacteria, se observó una clara mejoría en varios de los comportamientos asociados al autismo, como la disminución en los niveles de ansiedad, aumento en la vocalización y disminución en los comportamientos estereotipados y repetitivos. Sin embargo, no mostraron mejoría en la interacción social con otros ratones.
Finalmente, el equipo del doctor Mazmanian observó que los ratones autistas presentaban altos niveles de un compuesto llamado 4-etilfenil sulfato, el cual al ser administrado en ratones sanos induce comportamientos relacionados con autismo. Sorprendentemente, la alimentación con B. fragilis logró disminuir los niveles de este compuesto de forma considerable, confirmando la relación entre la disminución de la cantidad de la bacteria y el trastorno autista.
El estudio liderado por el doctor Mazmanian pone de manifiesto como alteraciones en nuestra flora intestinal pueden afectar no sólo la salud del sistema digestivo, sino que, además, pueden influir en nuestro sistema nervioso central, relacionándose incluso con desórdenes como el autismo. Sin embargo, este estudio deja abiertas muchas interrogantes de cómo las bacterias que habitan el sistema digestivo pueden actuar sobre el cerebro, ya que no es conocido el mecanismo mediante el cual ocurre esta comunicación.
Es importante señalar que se debe ser cuidadoso al hacer relaciones directas de los resultados obtenidos en ratones con posibles efectos en humanos, ya que es necesario realizar estudios que presenten resultados similares. Por otra parte, este trabajo nos hace pensar en cómo los cambios en nuestro estilo de vida en los últimos años nos han conducido a desconectarnos de nuestro medio ambiente. Pues, los cambios en nuestra alimentación, consumiendo alimentos cada vez más artificiales y la obsesión por la limpieza, que nos lleva a comprar productos que eliminan la mayor cantidad de microorganismos de nuestro entorno, nos mantienen en una burbuja aséptica que nos aísla del mundo. De esta forma, puede ser que nuestro propio “progreso” nos conduzca en el futuro a un mayor número de alteraciones en nuestro cerebro, como puede ser el autismo, el cual en Estados Unidos tuvo una incidencia de 1 por cada 88 nacidos en el año 2008, y en Chile se estima que en 2007 nacieron 2.156 niños con trastorno autista de los 240.569 nacidos vivos según datos del MINSAL.