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Inquietante estudio indaga cómo parásito ejercería control mental en humanos para correr mayores riesgos

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Por Nicolás Palanca

¿Puede el parásito conocido como toxoplasma influir en el comportamiento de los seres humanos infectados? Un estudio publicado por Stefanie K. Johnson y colaboradores en Proceedings of the Royal Society B, plantea una inquietante hipótesis. Partiendo de la idea de que la infección por toxoplasma aumenta la impulsividad y la tendencia a correr riesgos a través del incremento de dopamina en el metabolismo del cerebro, examinaron la relación entre la prevalencia de infección por toxoplasma y los datos de actividad de emprendimiento recopilados en una base de datos económicos generada por un consorcio internacional de universidades. Los resultados, replicados usando distintos tipos de análisis, apuntan a que en aquellos países con mayor prevalencia de toxoplasmosis latente existe una mayor intención de emprender, más actividad de emprendimiento en general y menos gente que no emprende por miedo al fracaso.

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Un tema común en historias que mezclan la ciencia ficción con el terror es la del alienígena capaz de controlar la mente de una persona para sus propios propósitos. Aunque estas son historias de fantasía, podemos observar cosas parecidas en la naturaleza. Todos sabemos de la existencia de parásitos, criaturas vivas que viven sobre otra o en su interior: las solitarias, las garrapatas o el protozoo que causa la malaria son algunos ejemplos comunes. Estos parásitos, al igual que el resto de los seres vivos, necesitan sobrevivir y reproducirse. Aquellos que lo hacen mejor se vuelven, después de varias generaciones, más abundantes que los que se reproducen menos; esta es la base de la selección natural, el principal motor de la evolución en nuestro planeta.

En este contexto, algunos parásitos han evolucionado para modificar el comportamiento de sus hospedadores para que les ayuden a completar su ciclo vital, aún a costa de sus vidas. Algunos ejemplos escalofriantes de este fenómeno son:

  • Dicrocoelium dendriticum: un gusano plano que se reproduce en el hígado de rumiantes, pero que frecuentemente infecta hormigas. El gusano afecta el comportamiento de la hormiga para que trepe a una brizna de hierba y se ancle a ella con sus mandíbulas, aumentando las posibilidades de que una vaca u otro rumiante se la coma accidentalmente.
  • Spinochordodes tellinii: un gusano que vive en el agua, pero cuyas larvas se desarrollan dentro de insectos como grillos y saltamontes. Una vez la larva completa su desarrollo, impulsa a su hospedador a saltar a cuerpos de agua cercanos, donde el gusano adulto sale del cuerpo del insecto.
  • Ophiocordyceps unilateralis: un hongo que infecta el cuerpo de las hormigas y que, cuando la infección ha progresado lo suficiente, las hace aferrarse a una planta alta en un lugar fresco y húmedo y quedarse allí hasta que mueren. Mientras, el hongo crea cuerpos fructíferos que emergen del cuerpo de la hormiga y liberan sus esporas, que gracias a las condiciones de humedad y a la altura de la planta tendrán mejores posibilidades de esparcirse y germinar.

Aunque estos ejemplos extremos afectan principalmente a animales con sistemas nerviosos relativamente simples como son los insectos, los animales más complejos no se libran. Un ejemplo muy común, y el protagonista de este artículo, es el Toxoplasma gondii. El toxoplasma es un organismo unicelular que necesita vivir dentro de las células de otros seres vivos. Aunque puede infectar y reproducirse asexualmente dentro de casi cualquier animal de sangre caliente, la reproducción sexual, fase clave de su ciclo vital, tan solo puede ocurrir en el cuerpo de un gato. El toxoplasma se reproduce dentro de células intestinales y libera una gran cantidad de “huevos” (en realidad formas durmientes del parásito) que salen del cuerpo junto con las heces.

De esta forma, cualquier animal que entre en contacto con heces de un gato afectado por el toxoplasma puede ser infectado a su vez y convertirse en portador. Esto nos incluye a los animales humanos, y se calcula que aproximadamente un tercio de la población mundial tiene trazas del parásito en su cuerpo. En Chile, el porcentaje es algo más alto y distintos estudios dan una estimación del 35 al 40%. La infección por toxoplasma es mayormente asintomática; la mayor parte de las personas pasan por una corta etapa parecida a una gripe y a partir de entonces su sistema inmune mantiene al parásito bajo control. Los dos grupos principales de riesgo son aquellos individuos con inmunodepresión (por ejemplo, gente afectada por SIDA) y los fetos en desarrollo. La toxoplasmosis congénita, que es el desorden que resulta de una transmisión de toxoplasma de la madre al feto a través de la placenta, puede causar importantes malformaciones en el feto en desarrollo, y es por ello por lo que se recomienda que las embarazadas tomen medidas preventivas como evitar el contacto con gatos y comer la carne bien cocida.

Sin embargo, pese a la ausencia de síntomas obvios y dañinos de la infección por toxoplasma, este parásito presenta una faceta especialmente inquietante. Como hablamos antes, los parásitos evolucionan para optimizar su acceso a aquellas condiciones que les permiten completar su ciclo vital. Para el toxoplasma esto significa conseguir llegar al interior de un gato y, al igual que otros parásitos, a lo largo de su historia evolutiva ha desarrollado la capacidad de manipular a sus hospedadores para conseguir sus objetivos. Esto se manifiesta con mucha claridad en un tipo de hospedador muy común, que suele convivir con los gatos y tiene acceso “privilegiado” a su sistema digestivo: los roedores domésticos como ratas y ratones. Es algo conocido que la infección por toxoplasma afecta al comportamiento de estos animales. Por ejemplo, se ha observado que las ratas infectadas son atraídas a lugares con olor a orina de gato en vez de evitarlos, como hacen los animales sanos.

De forma más general, los roedores infectados por toxoplasma son más activos, muestran menos aversión a lo nuevo y tienen peores tiempos de reacción con el resultado de que, por ejemplo, caen en trampas más frecuentemente que los animales sin infectar. Las ratas con toxoplasmosis que presentan estos comportamientos tienen niveles inusualmente altos del neurotransmisor dopamina, y su comportamiento puede ser revertido al de ratas no infectadas tanto mediante la aplicación de fármacos contra el toxoplasma como usando antagonistas de la dopamina, que reducen su actividad en el cerebro. Estudios moleculares realizados años después confirmaron que las formas durmientes del parásito son capaces de incrementar la liberación de dopamina en células cerebrales, lo cual nos da un mecanismo plausible para los cambios ejercidos en el hospedador.

Toxoplasmosis en humanos

Así que tenemos un parásito que infecta a un 30% de la población humana, y que sabemos que es capaz de influir en el comportamiento de mamíferos. Sabiendo esto, nos surge una pregunta interesante y bastante inquietante: ¿Puede el toxoplasma influir en el comportamiento de los seres humanos infectados de la misma forma que en el de los roedores domésticos? La evidencia que existe por ahora apunta a que, pese a la falta de síntomas físicos obvios, las infecciones latentes por toxoplasma tienen efectos en el cerebro humano. Esto no es algo completamente inesperado, dado que un parásito que entre en un cuerpo humano hará lo mismo que si entrase en una rata o un ratón: crear formas latentes intracelulares que si están en el cerebro incrementarán el metabolismo de dopamina.

Uno de los efectos más estudiados es la relación entre la infección por toxoplasma y la esquizofrenia: los altos niveles de dopamina en algunas partes del cerebro que se encuentran en roedores infectados con toxoplasma son parecidos a los que se encuentran en personas con esquizofrenia, y los medicamentos antagonistas de la dopamina que revierten el comportamiento anormal en ratas se usan para tratar personas con esquizofrenia. Además, la proporción de personas esquizofrénicas afectadas por toxoplasma es aproximadamente 2.7 veces mayor que en personas sin esquizofrenia, una correlación más fuerte que la de todos los factores genéticos y medioambientales conocidos.

Otro efecto similar a los encontrados en roedores es el deterioro de los tiempos de reacción, que entre otras cosas resulta en un riesgo mayor de accidentes de tráfico y laborales para las personas infectadas. Por otro lado, de una forma similar a lo encontrado en roedores, algunos estudios han encontrado que la infección por toxoplasma aumenta la impulsividad y la tendencia a correr riesgos. En general, estos cambios son sutiles y difíciles de medir; los resultados varían según los estudios, los grupos de gente usados y los tests administrados, un problema común cuando se estudia la relación de la personalidad humana con factores externos.

Sin embargo, algunos estudios plantean la hipótesis de que estas tendencias, débiles cuando se miran a nivel personal, pueden tener efectos mayores y más claros cuando se miran a nivel de grandes poblaciones. Es el caso del estudio presentado aquí, que publicaron Stefanie K. Johnson y colaboradores en Proceedings of the Royal Society B. Partiendo de la idea de que la infección por toxoplasma aumenta la impulsividad y aumenta la tendencia a correr riesgos, plantearon la hipótesis de que una infección latente aumentaría la tendencia a dedicarse a negocios en individuos, y que esto tendría un reflejo a nivel social. Para comprobar los efectos de la toxoplasmosis a nivel individual, tomaron muestras de saliva de 1495 estudiantes con el fin de determinar la presencia de anticuerpos contra toxoplasma, lo cual indicaría que existe una infección latente.

Estos datos de presencia o ausencia de infección se cruzaron con la carrera elegida por los estudiantes. Hicieron el mismo procedimiento de toma de muestras entre 197 asistentes a eventos relacionados con emprendimiento, anotando quiénes habían comenzado su propia empresa en el pasado. De los estudiantes, el 22% dieron positivo para anticuerpos contra toxoplasma. Esta proporción se mantenía estable en carreras no relacionadas con negocios, mientras que en carreras de negocios subía al 31%. De esta forma, las posibilidades de elegir una carrera de negocios eran 1.4 veces mayores en aquellos infectados por toxoplasma que en aquellos sin infectar. Esta tendencia era todavía más clara cuando se examinaban las subdisciplinas dentro de negocios: la proporción de infectados por toxoplasma era 1.7 veces mayor en aquellas relacionadas con la creación y dirección de empresas que en otras consideradas menos arriesgadas, como por ejemplo contabilidad. La proporción se mantenía consistente entre los profesionales que asistían a eventos de emprendimiento: los infectados con toxoplasma tenían posibilidades 1.8 veces mayores de haber comenzado un negocio con éxito.

Así que a nivel individual encontramos una correlación bastante consistente entre estar infectado con toxoplasma y el gusto por vidas con alto riesgo y recompensa. Esto ya es bastante sorprendente, aunque consistente con la biología del parásito, pero el estudio va un poco más allá. Su hipótesis es que esta tendencia a nivel individual puede traducirse en algo observable a mayor escala. Para ello, examinaron la relación entre la prevalencia de infección por toxoplasma y los datos de actividad de emprendimiento recopilados en una base de datos económicos generada por un consorcio internacional de universidades. Los resultados, replicados usando distintos tipos de análisis, apuntan a que en aquellos países con mayor prevalencia de toxoplasmosis latente existe una mayor intención de emprender, más actividad de emprendimiento en general y menos gente que no emprende por miedo al fracaso.

Los resultados mostrados en este estudio resultan impactantes. Cuando esto ocurre, es importante plantearse si son de fiar. Este estudio es correlacional, eso quiere decir que sólo muestra una relación entre factores: sube la prevalencia de infección, sube el emprendimiento.   Sin embargo, nada nos asegura que una cosa esté causando la otra, la actividad de emprendimiento puede estar influida por muchos factores, y quizá alguno de ellos haga que la gente tenga más tendencia a emprender y además tenga más probabilidades de contraer el parásito, como comer carne cruda. A pesar de ello, los resultados son sólidos, no hay ningún factor candidato a ser causante de ambas cosas a la vez, y los efectos son consistentes con lo que sabemos del parásito. Por último, ya existe un estudio anterior que encontró relaciones negativas entre la prevalencia de toxoplasmosis y la confianza cultural y calidad institucional de los países estudiados, un resultado consistente con un comportamiento más neurótico, otro de los efectos observados en personas infectadas por toxoplasma.

Pese a que todavía nos quedan años de estudio para determinar la forma exacta en que el toxoplasma nos influencia, los alcances de estos resultados son fascinantes. Tenemos un microorganismo muy común en todo el mundo que puede influir en el carácter de las personas y causar efectos medibles en la cultura y economía de una sociedad. Pese a que en principio parece inquietante, no hay que alarmarse. La personalidad humana está afectada por una multitud de factores que la impulsan en distintas direcciones, y la presencia o ausencia de toxoplasma es sólo una de ellas. Recordemos que estos efectos resultan en tendencias leves a nivel estadístico, y en una persona dada cualquier efecto del toxoplasma puede ser contrarrestado por otros factores. A nivel social y económico, los resultados son más interesantes, los modelos económicos se basan en muchas ocasiones en comportamientos racionales frente a cosas como la relación entre riesgo y recompensa, pero ¿qué pasa si tenemos sociedades enteras en las que la actitud ante el riesgo está sesgada debido a una alta prevalencia de toxoplasma? ¿Tendrán los sociólogos del futuro que incorporar al toxoplasma y quizá a otros microorganismos en sus modelos y estudios? ¿Podría ésta ser una revolución laboral para biólogos y médicos, que se encontrarán en demanda como asesores de políticos y economistas?

Bromas y especulaciones aparte, y para finalizar, este tipo de estudios y sus resultados ponen de relieve dos cosas tan importantes como las historias de terror sobre parásitos y control mental. La primera es la importancia del trabajo interdisciplinario: estos estudios son resultado de juntar estudios de economía y de biología, algo que en general no es muy habitual, pero que en este caso nos ha enseñado algo nuevo y fascinante sobre este mundo y nosotros mismos. La segunda es la perspectiva que nos da esto. Para el parásito no somos distintos de una rata o un ratón, y el efecto que tiene sobre nosotros es similar. Al final es importante recordar que, por muchos aires que nos demos, somos animales y estamos integrados en un ecosistema de seres vivos que influenciamos y que nos influencia a su vez.

Artículo original: https://royalsocietypublishing.org/doi/abs/10.1098/rspb.2018.0822
El toxoplasma aumenta el metabolismo de dopamina: https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0023866
Otras relaciones entre toxoplasma y cultura: https://link.springer.com/article/10.1007/s10887-013-9089-x
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