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Científicos buscan comprender cómo se desarrolla en nuestro cerebro el fraude, la malversación y la coima

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Es sabido que cuando existen comportamientos de transgresión o de deshonestidad, y estos no son descubiertos o castigados, pueden escalar en el tiempo, siendo más y más intensos con cada subsecuente repetición del acto deshonesto. Así, lo que puede comenzar como un simple juego de engaño, puede transformarse en un verdadero escándalo de grandes proporciones que podrá tener consecuencias legales y personales graves. Sin embargo, científicamente hablando, no se han abordado explicaciones de esto ni de lo que ocurre en el cerebro cuando este patrón de escalamiento comienza a desarrollarse. En una reciente publicación en la revista Nature, un grupo de investigadores Londinenses ha comenzado a estudiar las bases neurofisiológicas relacionadas con este comportamiento.

Publicado en El Mostrador el 26 de abril de 2017
Escrito por Adolfo Agurto

Fraude, malversación, coimas y aprovechamiento de vacíos legales. La lista suma y sigue. Con el uso progresivo y sofisticación de las redes sociales, muchas personas han comenzado a levantar la alfombra y poner sobre la mesa los quehaceres deshonestos y delictuales presentes en nuestra sociedad. Los recientes episodios de colusión en Chile y otros diversos casos de deshonestidad, otorgan gran relevancia a la discusión de estos temas.

Sin embargo, e independiente de la interpretación de estos fenómenos sociales, a algunos científicos les resulta interesante comprender esta tendencia humana a actuar de forma deshonesta, ¿cuál es el origen y cómo se desarrolla en el cerebro humano, el sustrato neurobiológico que posteriormente facilita tales conductas poco éticas? Responder a esta pregunta no es una tarea fácil, debido a la complejidad del comportamiento humano, y a la gran cantidad de factores que lo determinan y moldean. No obstante, existen algunos correlatos neuroanatómicos que se han comenzado a estudiar y que dan luces interesantes sobre cómo se desarrolla la deshonestidad en nuestro cerebro.

Es sabido que cuando existen comportamientos de transgresión o de deshonestidad, y estos no son descubiertos o castigados, pueden escalar en el tiempo, siendo más y más intensos con cada subsecuente repetición del acto deshonesto. Así, lo que puede comenzar como un simple juego de engaño, puede transformarse en un verdadero escándalo de grandes proporciones que podrá tener consecuencias legales y personales graves. Sin embargo, científicamente hablando, no se han abordado explicaciones de esto ni de lo que ocurre en el cerebro cuando este patrón de escalamiento comienza a desarrollarse.

En una reciente publicación en la revista Nature, un grupo de investigadores Londinenses ha comenzado a estudiar las bases neurofisiológicas relacionadas con este comportamiento.

El estudio consistió en lo siguiente: A cada participante, se le mostraba en una pantalla una imagen de un frasco transparentes que contiene en su interior una cantidad dada de monedas, mientras que a otro participante que se encuentra al frente, se le mostraría una imagen más pequeña del mismo frasco, este último actuando como un estimador de cuánto dinero había dentro de este frasco, basándose en el valor que el participante le aconsejaba como referencia. Sin embargo, el estimador, quien ve la imagen reducida del frasco, es en secreto un colaborador del investigador, y no se le era mostrada realmente esta imagen reducida del frasco. Así el participante actúa como consejero, ya que sugiere un valor probable de monedas que hay en el frasco, mientras que el pseudo-participante que está al frente actuaría, según lo que se le hace creer al participante, como un estimador, quien espera la sugerencia del participante para estimar el dinero que hay en el frasco. La deshonestidad se mide como la diferencia entre el valor sugerido por el participante y el valor real, a mayor diferencia, mayor deshonestidad.

Las condiciones de deshonestidad eran las siguientes: En el primer caso, al participante se le pagaba más dinero si el estimador sobreestimaba, mientras que al estimador se le pagaría más si era exacto en su estimación. En este caso, la deshonestidad servía al consejero y dañaba al estimador. En otra condición, gana más dinero el consejero y estimador si ambos sobreestiman, por lo que ser deshonesto beneficiaría a ambos. En un tercer caso, gana más dinero el consejero si el estimador es exacto, mientras que gana más dinero el estimador si este sobreestima. En este último caso la deshonestidad sirve al estimador y daña al consejero (el participante). Además, se agregaron casos en que el ser deshonesto beneficia sólo al consejero sin cambiar el pago del estimador o viceversa. El pago era seleccionado aleatoriamente del resultado de una prueba. Se hicieron 60 pruebas consecutivas (60 imágenes de frascos distintos).

Se observó que a medida que se ejecutaban las pruebas, el índice de deshonestidad, medido como la diferencia entre el valor real y el comunicado por el participante, aumentaba. En otras palabras, el participante mentía cada vez de una forma mayor, lo que le permitía asegurar su ganancia a expensas del otro participante. Mediante el experimento se confirmó la existencia de este escalamiento en deshonestidad y se pudo cuantificar este fenómeno.

Además, se observó que cuando el participante podía ser deshonesto para beneficio propio, no había una deshonestidad inicial significativa, mientras que se encontró un tono basal de deshonestidad cuando el ser deshonesto beneficiaba a la otra persona, sin efectos sobre el participante. Los científicos concluyeron que esto se debe a que el actuar con deshonestidad es socialmente aceptado cuando beneficia a otra persona, de modo que existe una tendencia social a mentir para beneficiar al otro.

Por otro lado, mientras estas pruebas eran realizadas, los investigadores midieron la actividad cerebral con la técnica de resonancia magnética funcional, comúnmente usada para detectar el nivel de actividad relativa del cerebro. Así, un área de la corteza cerebral que se encuentre activa durante la realización del experimento podrá ser detectada posteriormente al analizar los datos obtenidos. Luego de realizar las correlaciones respectivas, se encontró que la amígdala, la región interna del cerebro que participa de forma importante en respuestas emotivas y miedo, era una región responsable detrás de este escalamiento en la deshonestidad.

Se observó que la actividad de la amígdala disminuía conforme avanzaban las pruebas, lo que sugiere que lo que genera o participa junto a este escalamiento de deshonestidad sería una desactivación progresiva de esta estructura, lo que posiblemente ocurra cuando una disyuntiva entre ser o no ser deshonesto es considerada por el participante.

La amígdala es una región primordial en el sistema nervioso central, que participa de forma importante en las respuestas emotivas y procesos de memoria emotiva, así también como las asociadas a una situación de peligro, el miedo y la contextualización de este. Es posible que en las personas a las que no les importa mentir, engañar y actuar deshonestamente, esta área que normalmente debería activarse para evitarlo, no lo hace de forma adecuada, y, en consecuencia, el acto es realizado sin miramientos.

La deshonestidad impacta tanto la vida personal como la pública, y permea en toda clase de instituciones, lo sabemos muy bien, conforme aparecen nuevos casos de deshonestidad de todo tipo, dentro de la esfera social, política y económica de Chile y del mundo. Este tipo de investigaciones nos ayudan a comprender como funciona nuestro cerebro cuando esa bola de nieve de deshonestidad comienza a formarse y quizás nos ayude en algún momento a detectar su presencia y frenar su crecimiento, manteniéndola dentro de los confines éticos y morales que una sociedad madura permita como aceptable.

Lee el Artículo completo en EL MOSTRADOR

Fuente: http://www.nature.com/neuro/journal/v19/n12/full/nn.4426.html

 

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